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miércoles, 17 de enero de 2018

Inventor olvidado

En una ocasión anterior, se hablaba en una entrada de este blog sobre patentes ocultas, aquellas patentes que, pese a haber sido registradas por haber superado todos los requisitos procedimentales exigidos, nunca se habían divulgado ni dado a conocer más allá de los cauces legalmente previstos por diferentes motivos (se admiten aquí todo tipo de teorías “conspiranoicas”).

El programa “cuarto milenio” del pasado domingo daba a conocer la historia de Fernando Gallego Herrera, un inventor que pese a su genialidad nunca había llegado a ver realizadas sus aportaciones al estado de la técnica pese a haber realizado avances notablemente significativos. El Sr. Gallego Herrera, de origen salmantino, no sólo era conocido por sus extravagancias (se le conocía como “El ruso” por su atuendo y fue diseñador de su propia tumba), sino también por tener un currículum impecable siendo el primero de su promoción como ingeniero de caminos, canales y puertos, lo cual sólo sería uno de sus grandes logros académicos (estudió Derecho con posterioridad y aprendió cuatro idiomas y se hizo piloto) además de obras de ingeniería de gran importancia como la estación Francia de Barcelona, sus trabajos en el Metropolitano o sus diseños para la presa de Assuán o sel proyecto de ampliación del canal de Panamá.

El “Aerogenio”, un proyecto de avión de despegue vertical así como su plan para unir las dos orillas del estrecho de Gibraltar por medio de un túnel submarino fueron dos de sus diseños más llamativos.
Con respecto al primero de estos ingenios (sistema que ahora utilizan algunas naves de la flota aèrea de los EE.UU.), éste fue en mayo de 1932 con la patente número 125936 sobre “Un sistema de aparato de vuelo por aire comprimido”. Ninguno de los prototipos desarrollados tuvo el èxoto que el ingeniero esperaba básicamente por haberse utilizado materiales que, aunque comunes para la época, hacían inviable el cumplimiento de su objetivo principal. Pero el hecho de que ahora sí existan esos materiales y que, de hecho, se hayan podido realizar los aviones con los que el Sr. Gallego sólo podía soñar no hacen más que dar que pensar que lo que en su momento se consideraron ensoñaciones irrealizables, no eran otra cosa más que avances tecnológicos que ideados en el momento inadecuado.

El hecho de que la invención que era objeto de la patente concedida, no pudiera cumplir el objetivo para el que estaba destinada la dejaba, de algún modo, incapaz de ser utilizada por lo que se estaba concediendo un derecho sobre algo que no se podía realizar, lo cual dejaba al título de patente vacío de significado al no poder ejercerse el derecho conferido sobre un tercero que quisiera poner en marcha un proyecto que ni siquiera su creador podría llevar a cabo.
Fernando Gallego Herrera, como se comentaba al inicio de esta entrada fue, a su muerte, enterrado en una tumba/panteón en La Rioja diseñada por él mismo y en la que se recogen misteriosas inscripciones sobre arte, cultura y demás inquietudes de una persona con una mente que podría denominarse como privilegiada.


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