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sábado, 19 de julio de 2014

La importancia de la expresión oral. Reflexiones sobre el verbo patentar



Si hay algo que se aprende con el paso del tiempo y las experiencias personales es la importancia que puede tener ser un buen comunicador o, lo que es lo mismo, saber expresar exactamente qué es lo que se quiere decir, elegir las palabras adecuadas y que éstas sean entendidas por el oyente sin que quepa la menor duda de qué es lo que se ha dicho y a dónde se quería llegar con ese mensaje.

Conseguir transmitir lo que se tiene en mente va a depender siempre de la situación pero, sobre todo, de los interlocutores, siendo uno de los problemas más frecuentes elegir una palabra que, aunque totalmente comprensible por ambas partes, pueda no resultar adecuada.

Ejemplos hay miles, pero uno muy significativo lo tenemos en la palabra PATENTAR. En multitud de ocasiones se va a utilizar como sinónimo de registrar, no teniendo en el 90% de los casos ese significado.

Patentar no es más que otorgar a una invención una protección legal por entender que reúne una serie de requisitos que la hacen merecedora de la misma.
Tales requisitos se van a contemplar en nuestra Ley 11/1986, de Patentes, la cual también recoge el procedimiento administrativo que será necesario seguir para obtener el ese certificado.

Estos requisitos serán la necesidad de que la invención sea nueva, tenga actividad inventiva y aplicación industrial, esto es, que la creación no exista de ninguna manera, total o parcialmente, en todo lo que ya es conocido por el público en general. Acerca del procedimiento, la Ley establece dos, siendo el plazo aproximado de concesión de dos años.

¿Es correcto entonces hablar de “patentar“ cuando nos referimos a algo que no es una invención?

Lo es en el sentido de que el mensaje va a ser entendido perfectamente por el oyente, pero no en el sentido más puro de la palabra, lo que podría llevar a situaciones, cuanto menos, distorsionadoras de la realidad.

Sin duda, la impresión que produce esta palabra va a ser mayor que la de ese otro significado socialmente adquirido y generalmente aceptado pero, en definitiva, incorrecto.

En resumen, habrá que tener cautela cuando se utilice la palabra de la que venimos hablando, ya que si bien es cierto que, en ocasiones, su utilización tendrá efectos inocuos, la impresión producida en el ciudadano medio podría llevar a un aprovechamiento indebido de un status que sólo puede adquirirse a través de los cauces legalmente establecidos.

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